MI SUEÑO ES LA SEMILLA

Me gusta creer que nuestros sueños más guajiros son semillas que nuestro espíritu siembra con sigilo en el corazón. Lentamente abre la puerta y de puntillas se cuela hasta la cocina de mis memorias para abonar la tierra y depositar la simiente de mis anhelos más profundos. Cuando me siento dudosa de lo que quiero porque la razón le tuerce el brazo a mi intuición, pongo atención a aquello que un día me atreví a soñar y recuerdo que puedo tomarlo como la brújula que me devolverá al camino. 

Sueños tenemos todos, pero quizá a veces nos falte la confianza que los haga florecer. La duda es la erosión del suelo, la plaga que ataca ese primer brote, el huracán que arrasa con toda posibilidad de gestación. La certidumbre, en cambio, es el humus de la tierra, el sol bondadoso y el agua cristalina para llevar esa semilla a buen puerto. “Soñar no cuesta nada”, dicen, pero saber que mis sueños son posibles y que yo tengo el poder de hacerlos realidad sí cuesta que me desprenda de los miedos y creencias que me limitan. 

Si en tu corazón está la semilla de ser bailarina, de hacer un diplomado, de conocer el mundo, de emprender un negocio o de ser madre de tres hijos, entonces ya tienes el primer paso en el camino a tu propósito de vida. El segundo paso es creer. Siempre que te sientas perdida revisa tus sueños y recuerda que tu ser fue quien los depositó ahí con una intención: el de verte florecer en ellos.   

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