menos swipe up y más asombro

Llámeme usted señora todo lo que quiera (que de cualquier manera lo soy) e incluso ríase abiertamente de mí (que como quiera yo ya lo hago), pero fue hasta hace unos pocos días que descubrí el swipe up en los reels de Instagram. Sí, ése en el que le “das para arriba” y ves uno de estos videítos tras otro hasta caer en un hoyo negro y profundo en el que estás condenada a quedarte por años… o hasta que tu lóbulo frontal se despierte de la siesta y tome de nuevo las riendas. 

Sólo voy a decir (bueno, deletrear) algo sobre la adicción en potencia ante este rush de dopamina: O-M-F-G. Swipe up y estoy en Venecia. Swipe up y me muero de la risa con un perro que habla. Swipe up y me invade la nostalgia ante un paisaje otoñal. Swipe up y voy volando sobre el Atlántico. Swipe up y tengo un nuevo (?) tip para el engagement en mis redes. ¿Es neta? ¿Nomás con el minúsculo movimiento de un pulgar? 

De nuevo, tenga listo su título “tía del siglo pasado” porque lo necesitará en la lectura de la siguiente afirmación: Es que por eso ya no hay sorpresa ni admiración ante la cotidianidad, porque nos la hemos gastado todita en el consumo desaforado de estímulos ante los que se requiere de un mínimo esfuerzo. 

Hace unos días fuimos invitados a un campamento en la maravillosa Sierra de San Pedro Mártir, una cadena montañosa que recorre la península bajacaliforniana de norte a sur y cuyo punto más alto está a más de 3 mil metros sobre el nivel del mar. La vista es espectacular, misma que, cabe decir, hemos apreciado sólo en fotografías porque hasta ahora jamás hemos visitado el lugar. 

En un principio me entusiasmó la idea como buena amante de la naturaleza que soy, pero enseguida aparecieron una y mil excusas: no tenemos casa de campaña, no estoy tan acostumbrada todavía a tantas salidas desde que volvimos a la normalidad, allá no hay señal, ¿y si pasa algo?, seguramente hará mucho frío y nos congelaremos como el campamento pasado, ay, creo que estaré menstruando en esas fechas… 

¿Entonces qué quieres Marcela? ¿Ver la sierra en un reel? Señora, siéntese en el carro, abróchese el cinturón y encamínese al campamento. Sostenga la incomodidad porque vivir requiere mucho más disposición y movimiento que el milímetro que le demanda el Instagram a su pulgar. 

En un mundo donde lo que sobran son estímulos e información, queda muy poco espacio para el asombro. Y donde Amazon puede refilearnos el jabón de trastes en un clic encontramos ya muy poca inclinación para los bríos que a veces se requieren para apreciar el mundo más con nuestros ojos y menos a través de pixeles. 

¿Queda alguna esperanza? Obvio, como siempre que existan las buenas intenciones. Y quizá, como siempre, la solución es más simple de lo que parece: volver a lo básico. 

Que no se entienda con esto que hemos de quemar todas las pantallas, pero sí que rescatemos del olvido a los pequeños detalles de la vida real. Ajá, admirar con atención plena a la luna llena y a la abeja recolectar el polen ayuda, pero también al hijo que escribe con empeño una palabra al revés, a la pareja que se concentra en la lectura de la tarde, al sutil burbujeo de la tetera justo antes de silbar, a la escoba que recoge el polvo de ayer, a las gotas de agua que se quedan escurriendo de la fruta recién lavada, al aroma estimulante del café en el molino por la mañana, al hormigueo de la pierna cuando ya se estuvo mucho tiempo sentada, a la ropa sucia que se quedó en el baño olvidada, al crujir de la tostada del medio día, al cuento que leemos a los hijos por la noche o al ronroneo del refrigerador cuando el silencio anuncia el final de la jornada.  

La vida transcurre a diario frente a nuestros ojos y eso ya es motivo suficiente de asombro. La vida, sí, compuesta de todos esos partos, graduaciones, rupturas, cumpleaños, viajes, mudanzas y huracanes. Pero también de ese millón de nanosucesos diarios que quizá sean los que más trabajo nos cueste apreciar, justamente porque son los que más han de reconfortarnos.  

Que el entorno nunca nos tome desprevenidos y que seamos capaces de ver el milagro en cada detalle. Allá te vamos San Pedro Mártir. Prometo enseñarles fotos al volver. 

Sí, le estoy leyendo mi libro “Tu historia, tu faro” a mi hija por las noches, después de un año de haberlo publicado :)

Sí, le estoy leyendo mi libro “Tu historia, tu faro” a mi hija por las noches, después de un año de haberlo publicado :)