Por qué deberías escribir diario

En la era que nos ha tocado vivir, donde abundan los estímulos de todo tipo que bombardean nuestros sentidos cada milisegundo de nuestra existencia, pareciera que nuestras dificultades mentales y emocionales son tan laberínticas que nos hemos creído la idea de que necesitamos soluciones que estén al mismo nivel de complejidad. 

Sin embargo, poco a poco hemos descubierto que es en las cosas más sencillas donde podemos encontrar sosiego: cerrar los ojos y observar nuestra respiración, abrazar un árbol, charlar con alguien, caminar descalzos en la tierra o… ¡sí!, escribir un diario. 

Los cuadernos y las plumas siempre han estado ahí, merodeando por la casa; los primeros quizá apilados junto a libros cuya intención lectora se ha quedado en el tintero y las segundas esparcidas en cajones desordenados en donde ocultan la pérdida de su compañero el tapón o la deshidratación de su tinta. Cuadernos que un día se compraron con ilusión y con el tiempo se fueron olvidando en una esquina. Plumas regaladas en congresos o robadas en algún hotel que ahora tienen desdibujado el nombre en el cuerpo. 

Pero siempre ahí, a la mano. 

Es cierto que la brecha entre contar con este par de humildes materiales y la tremenda dosis de voluntad que se requiere para que una se siente a escribir puede compararse con el Océano Pacífico… pero bueno, por algo se empieza. Al menos sabes que los materiales ya están a tu alcance. 

Lo siguiente es convencernos de que escribir un diario (o practicar journaling, por utilizar el concepto anglosajón que es más conocido) es, en efecto, un proceso transformador. Por eso estoy aquí escribiéndote esto, hermana, porque me estoy tomando muy en serio mi papel evangelizador. Traigo bajo el brazo los descubrimientos científicos del doctor James W. Pennebaker, psicólogo social y pionero de la escritura terapéutica, y mi propia experiencia con las páginas matutinas (como las llama Julia Cameron, autora de El camino del artista) para contarte por qué tú también deberías rescatar ese viejo cuaderno y escribir YA. 

¿Escribir qué? Hay varios tipos de escritura, es cierto, pero la que se conoce como escritura terapéutica, personal, expresiva o introspectiva, es la que plasmamos libremente y sin ninguna censura en cualquier sitio: un cuaderno, una agenda, hojas sueltas o hasta post-its. Es en la que vaciamos por completo aquellos pensamientos que rondan nuestra mente o emociones que sentimos en el cuerpo, todo lo que nos preocupa, todo lo que anhelamos, todo lo que creemos, todas nuestras experiencias o todo lo que nos eriza la piel. 

Para esta escritura no hay reglas de ningún tipo, pues quizá estemos narrando lo que soñamos anoche porque nos impactó y de pronto surge un poema en medio de la práctica. Porque quizá estemos tan molestas que queramos escribir lo que nos enojó para canalizar la ira y en dicho texto no habrá signo de puntuación ni acento alguno. En el journaling, lo que se escribe siempre está bien, pues siempre es lo que traemos dentro, y eso es suficiente para sostener su validez. 

Esta es la escritura que nos ayuda a sanar, porque nos permite liberarnos de todo aquello que nos pesa y continuar el camino con más ligereza de mente y de espíritu. Los beneficios que yo he experimentado de una práctica de escritura diaria son: 

  • Capacidad de nombrar lo que siento y, por lo tanto, encontrarle un sentido más profundo a lo que vivo diariamente y a mi forma de ver el mundo.

  • Conocerme cada día más: qué es lo que me duele, qué es lo que necesito, qué es lo que me detona y cómo es la vida que sueño.

  • Vaciar en el papel los pensamientos que suelo rumiar diariamente para verlos de frente y encontrarles una solución más adecuada que simplemente sentirlos revolotear en mi mente.

  • Ver con más compasión mi propia historia, dejar de emitir juicios hacia mí o hacia los demás y empezar a ver las cosas desde otras perspectivas hasta el punto de resignificar mi pasado y mi presente, consiguiendo así vivir con más plenitud.

  • Canalizar emociones que a veces me sobrepasan como la culpa, ansiedad, ira, tristeza o miedo.

  • Incremento en mi capacidad creativa.

  • Y el bonus de los bonus de la vida porsiemprejamásamén: CLARIDAD MENTAL, hermana. Ordenar nuestras ideas para poder escribirlas es tener la oportunidad de interactuar con ellas. Saber qué es lo que quiero y lo que no quiero, cuál es el sentido de lo que he vivido hasta ahora e incluso cuál es mi propósito en el cacho de tiempo que me ha tocado habitar en este plano. ¿Que exagero? Inténtalo y luego me cuentas ;)

¿Y qué dice nuestro amigo el Jaime Pennebaker sobre este tipo de escritura? Si quieres datos duros, él nos hizo el favor de investigar y revelarnos que:

  • Al escribir a mano conseguimos poner en marcha ambos hemisferios del cerebro y esto favorece la regulación del sistema límbico, ¡ajá!, el encargado de nuestro equilibrio emocional.

  • El proceso cognitivo que se requiere para organizar nuestros pensamientos a la hora de escribir tiene el poder de tranquilizarnos porque se regula nuestra presión arterial, cae el ritmo respiratorio y mejora la calidad de sueño.

  • Escribir mejora nuestro sistema inmunológico porque esta simple práctica abona al mejor funcionamiento de los leucocitos en nuestro cuerpo. O sea, la sanación que se le atribuye a esta práctica no es solamente una cuestión psicológica, sino también biológica.

  • Encontrarle un sentido a nuestras experiencias cuando escribimos consigue que disminuyan nuestros niveles de ansiedad y depresión.

¿Todavía no te convenzo? Te dejo las palabras de Viktor Frankl, autor de El hombre en busca de sentido y creador de la Logoterapia, escuela psicoterapéutica centrada en la búsqueda del significado de la existencia humana como nuestra motivación primaria: “La escritura no cambia los hechos que vivimos, pero sí ayuda para transformar el sentido que les damos. Aquí reside la oportunidad que el hombre tiene de aprovechar las enseñanzas que una situación difícil puede proporcionarle”.

Todos queremos ser escuchados, validados, aceptados y, sobre todas las cosas, amados. Tu escritura es el portal para proveerte a ti misma de todo ello. Si no quieres abrirte con alguien más, ábrete de forma completamente honesta y radical en el cuaderno. Es la oportunidad que has estado esperando. No la dejes pasar.

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