CÓMO HACER LO QUE NO QUIERO

Limpiar la casa es de las actividades que más odio en esta vida. Que la casa jamás se volviera a ensuciar es de esos deseos que le pediría al genio de la lámpara maravillosa cuando tuviera la oportunidad. Así de tremenda es mi aversión por las labores domésticas. Y como una broma de la vida, en mi paquete de personalidad me instalaron junto con mi desagrado por barrer pisos y lavar trastes la pequeñísima (ok, enorme) obsesión porque todo esté limpio para yo poder mantener mi paz mental. 

No sé estar en espacios desordenados o muy sucios… mi mente se desordena también y siento que la energía se me viene al piso. Así que con el ánimo de no perder la serenidad por completo he trabajado mucho en los últimos meses de no contar con apoyo en la limpieza del hogar en mi tolerancia al ver uno que otro zapato fuera de su lugar o la tarja de los trastes rebosante de felicidad. Y también llevar una relación respetuosa (porque amorosa no creo que jamás lo consiga) con la escoba, el líquido limpiador y el cepillo del w.c. 

En esta danza en la que soy la muñeca fea a la que quiere el plumero y el sacudidor a la que me abandono cada fin de semana que limpio mi casa, he descubierto una que otra cosilla que prácticamente puedo aplicar a cualquier otra tarea que me desagrade hacer. Aquí te las comparto para que las apliques en esas actividades que te desagraden más porque, seamos honestas, los genios de lámparas maravillosas no se dan en maceta.  

1. Dale un espacio concreto en tu agenda: Hay tareas que tienen que hacerse cada día, o cada semana o cada mes. Depende de cada una, lo ideal es que tome un lugar específico en tu agenda para que visualices el momento en que tendrás que dedicarte a ella y dejar de sacarle la vuelta. A mí me sirve mucho saber que yo limpio mi casa los sábados o los domingos (dependiendo de las actividades familiares), porque así dejo de pensar en eso toda la semana. 

2. Que ocupe el primer lugar en tu lista de tareas: El día que voy a limpiar empiezo a hacerlo desde que me levando de la cama. Ese día no hago absolutamente nada antes de iniciar esa tarea porque si lo hago sé que voy a terminar poniendo mil pretextos para dedicarme a hacerlo. Lo difícil es empezar, así que aprovecho que el cerebro todavía está medio apagado al despertar y en automático empiezo con esta responsabilidad.  

3. Simplifica: Tampoco se trata de hacernos la vida pesada y a veces el querer que salga todo perfecto es más tedioso que la tarea en sí. Simplificar la limpieza de mi casa para ser más productiva en el menor tiempo posible me ayuda un montón a que el tedio sea menor. Un solo líquido limpiador para todo y vámonos recio. 

4. Concéntrate en la ganancia: Cuando me invade la frustración en el momento limpiador, recuerdo el bienestar que siento cuando mi casa está en orden y me concentro en ello para que sea menos pesado.   

5. Agradece: Esto es realmente lo que más me sirve, agradecer que tengo dos piernas para subir y bajar escaleras, que tengo dos brazos para barrer, que hay trastes sucios porque hubo comida en la mesa y, a final de cuentas, que tenemos un techo donde vivir y que la casa está sucia porque tengo una familia que está a mi lado. 

6. Aprovéchalo para mindfulnessear: El mindfulness más poderoso a veces ocurre en plena actividad y no tanto en el momento de meditar sentada en un sillón. Al menos lo es para mí. Si lavo los trastes, pongo mi atención plena y totalmente en el agua que corre por mis manos, en la textura de la fibra lavatrastes, en el aroma del jabón, etc. Al terminar la tarea puedo casi casi elevarme del suelo. Ok no… pero sí mantengo mis niveles de frustración bastante bajos.    

7. Prémiate al terminar: La satisfacción de que hicimos esa tarea que nos desagrada debería ser suficiente premio pero, seamos honestos, a veces necesitamos un poquito más. Echarme en el sillón a ver algo que me guste en la tele, scrollear en instagram, comerme un chocolate o leer un buen libro es mi recompensa siempre que termino de limpiar mi casa. Además de, claro está, el coctel de dopamina, serotonina y demás hormonas felices que mi cuerpo libera al estar en una casa como me gusta. Soy del club de Monica Geller, qué les puedo decir.   

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