MINIMALISMO EN SAN MIGUEL

Esta historia todavía no conoce su fin. Tengo la intención de no comprar ningún objeto en San Miguel de Allende, pero aún no sé si esto será posible o no, así que el próximo martes que termine el viaje les cuento.  

Tengo unos cuantos meses siendo muy consciente de mis compras en todos los sentidos: en mi alacena, en mi guardarropa, en mis hobbies, en mi material de trabajo, en mi hogar, etc. Hablo sobre todo de objetos tangibles que se quedarán para siempre en mi casa o en algún lugar del planeta sin opción a la pronta degradación. Nunca he sido compradora compulsiva, pero ahora me gusta meditar más en mis inversiones y hacerlo en cosas que realmente aporten valor a mi vida. 

Una amiga invitó a Emma a Disneyland hace unos días y yo le dije que le daría el dinero del boleto, un poco para la gasolina y algo extra para comprarse lo que ella quisiera en el parque. De sobra sabemos que un vaso de agua te cuesta lo mismo que un riñón en Disney, así que a mi primogénita le pareció poco lo que iba a darle. Entonces le aconsejé que si quería comprarse algún objeto más caro, se ahorrara las botanas y las bebidas llevando ella las suyas. Empezamos a hablar del dinero y de la importancia del consumo consciente para el cuidado del medio ambiente y se mostró bastante interesada. 

Luego me contó que a ella se le hace muy difícil decidirse por una cosa cuando está en una tienda en la que hay varias que le gustan. "Mamá, dame consejos para comprar mejor". La petición me pareció súper tierna considerando sus diez años de edad, pero como es un tema en el que ando apasionada últimamente, se me ocurrió darle una lista de cuatro preguntas para que usara en caso de emergencia en el rincón infantil más consumista del planeta. 

"¿Lo necesito / voy a usarlo?", porque los botes estos de plástico que traen agua y un abanico en la punta para echarte brisita fresca en el calorón están muy padres para Disney pero luego terminan abandonados en un cajón. "¿Me alcanza con el dinero que traigo?", porque nada de pedirle a tu tía y que luego se lo pago yo, lo que traes es lo que traes y listo. Y en este punto me encantó que me dijo: "Bueno, tiene que alcanzarme pero me deben sobrar cinco dólares porque cuando Mariana se compre un churro yo también voy a querer uno". Jajaja, ¡de acuerdo! "¿Tengo uno igual?", porque quizá ese joyerito musical de Cenicienta te encante, pero ya tienes uno de Ariel y la verdad es que ya no tienes más accesorios que necesiten una cajita para guardarlos. "¿Realmente me encanta?", porque si es algo que vas a invitar a tu vida, tiene que hacerte vibrar de emoción y no sólo gustarte tantito, que para eso mejor te compras un cono de nieve. 

Y yo agrego siempre a mi lista personal una quinta: "¿A quién beneficio con mi compra?", porque si la respuesta es a un emporio que promueve la acumulación de la riqueza en pocas manos y que se basa en prácticas desleales de competencia, en condiciones poco éticas para sus empleados y/o en actividades cuestionables para el medio ambiente, procuro pensármelo dos veces. Tampoco digo que no lo hago, porque mi proveedor de telefonía celular es Telcel y los últimos tenis que le compré a Matías fueron Carter's. Lo que digo es que siempre que puedo trato de apoyar a comercios pequeños y locales que, aunque sus productos son en ocasiones más costosos, sé que estoy contribuyendo a una economía más justa. Lo que digo es que en lugar de comprar una vajilla de 24 piezas hechas en China, le compremos 4 piezas hechas a mano a una ceramista de nuestro país que además le pone el corazón a lo que hace. Que, en lo personal, me hace comer con más inspiración que la vajilla sin nombre que además saco completa en rarísimas ocasiones.      

Ahora estamos en mi propio "Lugar más feliz sobre la Tierra", San Miguel de Allende, en el que para donde voltee habrá siempre algo que quiera llevarme a mi casa, como Emma en Disney. Sin embargo, en el único objeto que puedo pensar que me hace falta ahorita es en una buena falda larga porque me encantan y no tengo ninguna. Así que espero encontrarme una chingona y si la experiencia puede incluir el que conozca a la mujer que la hizo, todavía mejor. Es más, ahorita me estoy acordando que igual y ya puedo decir que no cumplí con el reto de no comprar nada, porque ayer que fuimos al mercado me compré esta bolsa reusable que Emma escogió para no tener que traer tanto plástico.   

No estoy para nada en contra del consumo, pues yo misma soy consumidora también. Es más, me dedico a crear objetos que luego vendo para que la gente use. En lo que estoy a favor es en un consumo responsable que nos lleve a comprar con consciencia para valorar realmente lo que compramos, alargar lo más que se pueda su vida y honrar el trabajo y los recursos que se utilizaron para que ese objeto llegara a la vida tangible. Por nosotros y por nuestro planeta. 

bolsa-reusable-mercado.JPG