Soy mamá y quiero tres kilos de equilibrio para llevar

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Desde que nació mi segundo hijo, o quizá incluso desde el embarazo, en mi mente rondaba una sola idea todos los días y noches sin excepción: ¿Cómo voy a combinar esta nueva etapa con un bebé recién nacido en brazos y todos los planes que tengo en el tintero para My Pumpkin? En los primeros años de mi hija Emma trabajaba como freelance en mi casa y apoyaba en el estudio de fotografía de mi esposo y todo se acomodaba a la perfección. Ahora que ella ya está a punto de cumplir ocho años yo contaba con todas las mañanas libres para escribir, coser o tomar fotos para mi blog.

Antes de enterarme que estaba embarazada tomé un papel y escribí todas las cosas que quería hacer para dar por fin el salto hacia el crecimiento de este proyecto mío al que le he tomado tanto cariño. Sin embargo, cuando Matías llegó tomé la decisión de desacelerar el paso y darle toda la atención que en ese momento necesitaba. Él ahora ya tiene seis meses y la misma idea ha regresado a mi mente: ok, me encanta estar con mis hijos y darles todo lo que necesitan, pero también hay un millón de cosas que quiero hacer además de ser mamá, esposa y ama de casa. ¿Cómo lograr ese ansiado equilibrio?

Una amiga periodista y compañera en mis años de reportera en Monterrey, Ana Cristina Enríquez, puso este tema sobre la mesa hace unos días en una plática virtual entre madres profesionistas. De ella he leído muchas veces, en varios de sus posts, una palabra que me parece mágica para las mujeres de hoy en día: "reinventarse". A eso es a lo que nos hemos enfrentado como mujeres de este siglo, a una reinvención de lo que somos y lo que aspiramos a ser, porque aquello que creíamos ser ha tenido que transformarse después del trascendente paso que supone convertirnos en madres. Porque a diferencia de nuestras abuelas, quienes se casaban y tenían muy claro su rol de amas de casa, tenían en promedio seis hijos y dedicaban el 100% de su tiempo a las labores domésticas, a nosotros nos ha tocado estudiar una profesión y en ocasiones uno o dos posgrados, trabajar para una compañía o emprender un negocio, a algunas encontrar una pareja y tener hijos... y entonces hay que hacer un alto para reacomodar las piezas otra vez, para acostumbrarnos al nuevo orden en el que hemos de ser malabaristas si no queremos que alguna de las pelotas termine por caer al suelo.

Pedir una licencia en el trabajo, buscar una guardería o pedirle a nuestra madre que cuide a los críos, inventar un negocio propio que nos permita libertad de horario, contratar ayuda para el hogar... Algún cambio debemos hacer porque la realidad ahora es distinta y nos invita a eso, a reinventarnos para continuar. En mi caso, estudié Letras Españolas en el Tec de Monterrey, trabajé como correctora de estilo y más tarde como reportera en el periódico El Norte con un horario de 12 horas diarias, lo que yo sabía que no me permitiría ser madre de tiempo completo. Decidí buscar un trabajo de medio tiempo y fue cuando me convertí en maestra de literatura y español en la Prepa Tec. En esa época llegó mi primera hija y el negocio de fotografía de mi esposo creció, así que necesitaban a alguien para administración y atención al cliente y decidí ocupar el puesto para tener aún más libertad para el cuidado de mi hija. Podía llevarla al estudio y más tarde, cuando estaba más grande y decidí llevarla a una guardería cercana, podía quedarme con ella en casa si estaba enferma o si había pasado mala noche y yo quería que nos quedáramos más tiempo juntas.

El esquema me funcionó por un par de años pero después, aunque el trabajo en el estudio me encantaba, surgió en mí una necesidad apremiante de hacer las cosas que me apasionaban realmente, aunque en aquel momento no estaba segura de qué era exactamente lo que quería emprender. My Pumpkin surgió entonces como un hobby pero poco a poco fue creciendo y me di cuenta de que tenía el potencial para ser un trabajo remunerado al que podría dedicarme toda la vida. Nunca lo imaginé cuando escogí carrera, llegó después de la maternidad, en ese proceso de reinventarme.

Y ahora con mi bebé, mi hija mayor, mi esposo y una casa que atender, vivo todos los días el estira y afloja para no dejar mucho de lado esta parte mía que me hace sentir tan bien y tan realizada. Ansío conseguir a diario ese famoso punto medio que ya parece que raya en lo utópico porque a veces, en la noche, termino dándome cuenta que la balanza siempre se inclinará para alguno de ambos lados, pero que la esperanza no termina y que mañana podemos intentarlo otra vez.

Después de la lectura de estas mujeres, reflexiones propias, pláticas con amigas entrañables o con mi marido, me he propuesto armar este decálogo para intentar alumbrar el camino hacia la búsqueda de ese equilibrio.

Como siempre, los escribo para mí, con la esperanza de que a alguien más del otro lado le pueda ser de utilidad.

1. CAMBIA LA PALABRA "EQUILIBRIO" POR “PAZ”: Conseguir el equilibrio es un trabajo constante, pero en este tema, quizá nunca lleguemos a tener la balanza exactamente en un punto medio, siempre estaremos un poco (o un mucho) cargadas hacia un lado o hacia el otro. Si nos empeñamos en mantener esa armonía perfecta podemos llegar a frustrarnos cuando no la consigamos. En cambio, si pensamos en términos de lo que me da más paz y no lo que es justamente equitativo, entonces podremos partir de un lugar mucho más tranquilo.

2. DEFINE QUÉ ES LO QUE REALMENTE QUIERES: ¿Quiero ser la mamá modelo, la profesionista ultramegarchirreconocida o un poco de las dos? ¿Quiero trabajar en casa y estar con mis hijos todo el tiempo que pueda o dejarlos al cuidado de alguien más para poder salir a trabajar a otra parte? ¿Quiero hacer una pausa en el trabajo para dedicarme cien por ciento a ellos o quiero continuar con mi empleo como siempre y llevarlos a la guardería tiempo completo? Todo se vale, todas las formas son correctas mientras mantengamos la paz, pero hay que definirlo e incluso escribirlo para volver a este papel cuando creamos que perdemos el rumbo.

3. ESCRIBE UN PLAN DE ACCIÓN EN BASE A TUS PRIORIDADES: En serio, escríbelo. En la cabeza las ideas revolotean, en el papel se quedan. ¿Qué es más importante para mí? ¿Tengo la capacidad de ver la casa de cabeza mientras yo pueda cumplir con mi trabajo de freelance en la computadora o no soy tan zen y no puedo ver ni un traste sucio? Define tus prioridades y haz un plan de acción en donde especifiques lo que harás cada día para ir tras esa paz que te dejará dormir tranquila en las noches.

4. DISFRUTA EL MOMENTO: Uff, puntazo. Ya definí lo que quiero, ya tengo un plan de acción que yo misma elegí y que nadie me impuso. Entonces, cuando estés con tus hijos vívelo al máximo y cuando estés en el trabajo también. Es cierto que los planes están ahí como una guía, pero cuando hay hijos en casa hay veces que tenemos que aventar el plan por la ventana porque alguien se enfermó, porque la chica que ayuda en casa no llegó o porque cayó una nevada en la ciudad. Aún con los inconvenientes, es buena idea disfrutar lo que se presente porque sabemos que pronto pasará y este momento no volverá jamás.

5. NO PIERDAS DE VISTA QUE SE TRATA DE UNA ETAPA: Tus hijos no van a tener dos años toda la vida y tú no vas a ser la malabarista que eres ahora por la eternidad. Quizá sea buena idea tomar esto en cuenta cuando enlistemos nuestras prioridades. Y lo más importante, no perderlo de vista en momentos de crisis, porque cuando nos hacemos conscientes de que hay una luz al final del túnel muchas veces nos damos cuenta que quizá nos estemos ahogando en un vaso de agua.

6. BUSCA AYUDA (¡Y ACÉPTALA!): Estamos entrenadas para ser mujeres maravilla que todo lo pueden, pero a veces es saludable colgar ese traje y buscar a la amiga que nos ofrece un café para desahogarnos, a la señora que puede ayudarnos con la planchada, a la asistente que nos apoye con el trabajo de oficina o al marido que se puede quedar con los hijos para ir al cine o tomar un baño a conciencia.

7. DALE CABIDA A UNA TERCERA ACTIVIDAD: “What? ¡Si no me alcanza el tiempo para las que ya tengo!” Aunque parezca mentira, darle cabida a una actividad que nos apasione una hora al día o cada tercer día o mínimo a la semana, a la larga nos retribuirá en más tiempo para lo demás. Debe ser algo que te apasione de verdad porque eso será tu respiro, tu recarga de pilas y tu inspiración y verás que después de hacerlo te sentirás como nueva para continuar e irremediablemente hacer las cosas con mayor eficiencia. Así que en la lista de prioridades no me descartes esa clase de yoga, ese club de tejido, esa tarde con tu libro o esa inscripción en el gimnasio.

8. ÚNTATE DE MANTEQUILLA: El crédito de esta frase es de Nancy Calatayud, una seguidora de la fanpage de Facebook que cuando leí me fascinó. ¿Que la tía dice que no cargue tanto al chamaco? ¿Que el libro del médico famoso dice que ya no hay madres como las de antes? ¿Que la amiga dice que no lleve a los niños tan chiquitos a la guardería? ¿Que la sábana no se ha lavado en un mes? ¿Que ya ni me acuerdo cómo se prende la estufa de tanto que traigo comida de la calle? Man-te-qui-lla. Yo ya hice mi plan en base a lo que quiero en esta vida, mi pareja está de acuerdo conmigo… así que el mundo puede rodar. No queremos más estrés en esta ya de por sí dificilita ecuación.

9. NO TE OLVIDES DE TI: Hay muchas cosas que dependen de una y a veces puede parecer abrumador, pero la clave es pensar en un día a la vez. Eso sí, lo ideal es estar al cien por ciento y para eso hay que cuidarnos: dormir bien en la medida de lo posible, comer saludablemente, darnos nuestros respiros y distracciones, manejar los altos niveles de ansiedad que pueden surgir de vez en cuando, bajarle a la cantidad de actividad si vemos que ya es demasiado. Y si ya de plano caímos con una gripa, recostémonos por el amor de Dios para cuidarnos como se debe.

10. DESPÍDETE DE LA CULPA PARA SIEMPRE: Ésta es sin duda la reina del decálogo. Tengo una amiga, Dorita, que tiene un trabajo de diez horas diarias y deja a sus hijos en guardería y en kínder con estancia. Su marido los recoge al salir de su empleo y mi amiga llega después a casa. Ella y su marido son felices, a ella le fascina su trabajo y no se imagina sin él y ambos tienen muy claro que tanto la casa y la educación de los hijos como la realización profesional son derechos y responsabilidades de los dos. No hay culpa por ningún lado, así que los hijos son igualmente felices.

Se dice mucho que una mamá feliz es igual a una familia feliz. ¿Cómo hacer para ser una mamá feliz? Invitar cordialmente a la culpa a salir por la puerta de atrás.

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