El viaje hacia lo que TENGO que hacer

La vida está llena de caminos que se bifurcan, que nos invitan a ir hacia la derecha o la izquierda, que nos detienen a pensar y nos invitan a tomar una decisión. Según lo que llevemos en la maleta de las experiencias nos inclinaremos hacia un rumbo o hacia el otro… y según también de la claridad de nuestros deseos. En palabras de Elle Luna en su libro “The crossroads of should and must”, sólo hay dos grandes opciones: el DEBERÍAS y el TIENES QUE.

De “deberías” tenemos hasta el tope la conciencia (y yo diría que el inconsciente también). “Deberías estudiar una carrera que te permita ganar buen dinero”, “Deberías casarte con ese hombre que es muy maduro”, “Deberías darle un par de nalgadas a tu hijo maleducado”, “Deberías comprar una casa y dejar de pagar renta”, por mencionar sólo algunos. Los cumplimos en automático, nos levantamos a diario y nos dirigimos hacia nuestros “deberías” cotidianos sin cuestionarnos al respecto ni una milésima de segundo.

Y en ese rumbo encasillamos también nuestro trabajo, a lo que dedicamos la mayoría de nuestras horas, aquello en lo que prácticamente nos convertimos, aunque no sea precisamente lo mismo que lo que realmente SOMOS.

Los “deberías”, según Luna, son todas aquellas expectativas que los otros depositan en mi persona y en mi vida, gracias a las cuales termino viviendo justo como los demás desean y no como yo quisiera. Y el “tienes que” es lo que YO SOY, lo que creo y lo que hago cuando me atrevo a escuchar a mi más profundo y auténtico ser.

¿Cuántas veces nos hemos detenido a pensar en esto? ¿Y cuántas de esas veces hemos optado por el camino de nuestro “tienes que”? Eso que nos llama tan fuertemente que aunque tengamos oídos sordos llegamos a escuchar en ocasiones como leves susurros cuando vemos una imagen, nos deleitamos con una melodía o simplemente vemos la lluvia acariciando la ventana. Siempre hay una forma en que nuestro propósito en esta vida logra empujar el muro de nuestro adormecimiento para mostrarnos aunque sea un destello de su mensaje. La tarea consiste en escuchar. Honrar, como dice Luna, esa voz interna que afirma que yo tengo algo especial para darle al mundo.

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¿Yo? ¿Algo especial? ¿Y si no tengo la menor idea de lo que es? La diferencia entre un trabajo o profesión y un llamado o pasión es que ésta siempre nos está hablando, siempre nos está jalando hacia donde debemos estar, simplemente porque mientras no estemos ahí no podremos sentir que vivimos en plenitud. Creo que saber que no estamos en el lugar deseado es sencillo: sospechamos que algo nos falta, que terminamos el día insatisfechos, que hay algo afuera que aunque no sabemos qué es, estamos seguros de que nos pertenece. Lo que quizá no sea tan fácil es encontrar esa pasión que nos reclama para sentirnos completos.

La autora nos sugiere en su libro algunas técnicas para empezar a escarbar: recordar nuestras pasiones de la infancia, poner atención a todo aquello a lo que nos dedicamos mientras postergamos nuestras responsabilidades, hacer una lista de las cosas que hacemos sólo por diversión, pensar en alguna actividad que nos dé envidia o escribir el obituario con el que nos gustaría que nos recordaran, entre otras.

Mientras leía, lo que llamó más mi atención fue el consejo de empezar a buscar en mis años de niña las primeras pistas de mi pasión, porque en el viaje me acordé de mis cajas de colores y acuarelas, mis tardes invertidas en buscar fotos de revistas para armar coloridos collages y forrar mis libretas, las mariposas en mi panza al entrar en una papelería que me enloquecía visitar donde podía perderme por horas en los pasillos de los sellos, los pinceles y los óleos, y más tarde, la sonrisa con la que me fui a la cama y desperté en la mañana en la Navidad en que mi papá me regaló una cámara Minolta para tomar mis primeras clases de foto.

Para cuando salí de la preparatoria yo estaba segura de que quería estudiar diseño gráfico y fue el miedo a irme de mi casa a vivir a otra ciudad lo que me lo impidió en aquel momento. La vida me llevó entonces por otros caminos y un par de años después decidí mudarme para estudiar una carrera que me ayudó a perfeccionar mis habilidades de redacción y análisis de textos, lo que más tarde me abrió las puertas para trabajar como reportera en el periódico El Norte, en Monterrey. Ahí recordé que otra de mis pasiones era escribir, tal como me había dado cuenta en mi más tierna juventud, cuando una tía me consiguió espacio en un periódico local para una columna semanal. Entonces escribí, trabajé en un estudio con mi esposo fotógrafo y aún sentía que algo me faltaba.

El murmullo que me lanzó mi propósito en esta vida fue ese libro del que tanto hablo y que me enseñó la esposa de mi papá en un viaje familiar a Tucson, Arizona. Un libro para coser bolsas. Y decidí escuchar. Me compré una máquina de coser, abrí un blog, volví a escribir, me pregunté cómo podía combinar ambas cosas… pero lo que me salvó fue que, como muy pocas cosas en mi vida (las más valiosas), no me lo pregunté demasiado. Porque encontrar tu “tienes que” es la mitad del camino y la otra mitad es tal vez el reto más grande: hacerlo realidad.

Y eso es lo que le voy a agradecer siempre a Elle Luna y a otras almas sabias que me he encontrado en el camino, que me removieron algo por dentro para despertar del letargo y dar el salto de la zona de confort hacia el cumplimiento de mis sueños, del mundo etéreo de los pensamientos al proscenio de los que están listos para actuar. Darle una revisada a mis “deberías” para comprobar cuáles de ellos ya no me son tan útiles como antes y dejarlos ir para darle la bienvenida a lo que realmente estoy llamada a hacer.

¿Que hay días en que la motivación se me va al piso y los pretextos se me vuelven de hierro? Sí. Pero también he aprendido que para honrar a ese ser mío y ser congruente con lo que hago, pienso y soy basta con un acto pequeño todos los días, que no hace falta construir la catedral en una semana pero sí colocar aunque sea un ladrillo a diario. Entonces el otro día volví a la tienda de arte a la que iba de adolescente y me compré unas acuarelas para pintar otra vez. Y hoy, a pesar del cansancio porque mi bebé aún se despierta mucho en las noches y no duermo como Dios manda, abrí la computadora para volver a escribir.

En el libro de Luna hay varias joyas de algunos autores que me dan ganas de tatuarme por todo el cuerpo como recordatorios por la sabiduría que abrazan. Pero hay dos que casi me sueltan la lágrima: “Permítete ser silenciosamente conducido por esa extraña fuerza de lo que realmente amas. Ella nunca te llevará por mal camino”, del poeta Rumi, y “No preguntes qué es lo que el mundo necesita. Pregúntate qué es lo que te hace sentir vivo y ve a hacerlo. Porque lo que el mundo necesita es gente que se sienta viva”, del filósofo Howard Thurman.

Optar por lo que amamos y honrar así a quienes en realidad somos es lo que nos hará cobrar vida. Y sabremos que lo hemos encontrado cuando nuestra vida resuene en los demás y sintamos que vibra esa conexión que siempre ha existido entre mí y quienes me rodean.

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NOTA: Todas las fotografías son del libro "The crossroads of should and must" de Elle Luna.