EL PODER DE UNA HOJA EN BLANCO

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En el eterno asunto que he traído en la mente en los últimos meses -cómo organizar mi vida para realizar todas las actividades que quiero- hay un par de frases que dos amigas que quiero con el alma me dijeron un día y que se me quedaron como tatuadas en la memoria para echar mano de ellas cuando me falte la inspiración.

Una de ellas es “Puedes tenerlo todo, pero no al mismo tiempo” y me la dijo Mayu, una mujer sonorense que canta como los ángeles y que conocí en la licenciatura en Monterrey, orgullosa hasta el tuétano de las costumbres mexicanas y dudosa de las estadounidenses, pero que al final de cuentas terminó enamorándose de un gringo de ascendencia italiana al que conoció en Brasil, con quien ahora tiene dos hijas y vive feliz en Washington, D.C. Mi adorada amiga me dijo esta frase un día que platicábamos sobre nuestro rol de madres y amas de casa en contraste con todos aquellos sueños que queríamos realizar como profesionistas.

Puedes hacer lo que quieras y tener lo que quieras, pero cada cosa tiene su momento, no puedes tenerlo todo justo cuando lo deseas y hay que saber esperar, concluimos en aquella charla telefónica. Por ejemplo, ahora que los niños están pequeños añoramos tener más tiempo libre para nuestras actividades, pero otra cosa que deseamos y que sí tenemos es tiempo de calidad con ellos. El día de mañana que ellos vuelen del nido y que tengamos más tiempo para nosotras, añoraremos esos días en que teníamos todo el día para estar juntos.

Con este cachito de sabiduría en mente, un día que me sentía medio perdida entre todas las cosas que quería hacer en un solo día, me senté a escribir en un cuaderno todas esas actividades que quería encajar dentro de mis 24 horas a como diera lugar. Escribí todo lo que me gusta sin ninguna censura: comer saludable, hacer ejercicio, estar con mis hijos, leer, pasar tiempo con mi esposo, escribir, viajar, pintar con acuarelas, quiltear, cocinar, salir con amigas, postear en mi blog y en las redes sociales, llevar a mi hija a la escuela y a sus clases, coser con ella en las tardes, comer todos juntos, visitar a mi familia, diseñar bolsas y mandiles y meditar, entre otras.

Después escribí dos columnas, en una todo aquello que me inspira (leer, tomar fotos, ordenar mi casa, ver imágenes, platicar con gente interesante, tomar cursos, escuchar podcasts, etc.) y en otra todo lo que me jala hacia abajo (el desorden, la desidia, dormir y/o comer mal, pensamientos negativos, andar a las carreras, exceso de internet, etc.) y observé que ambas tenían mucho que ver con mi lista original en la que escribí todo lo que quería hacer. Si comer mal es algo que me apaga, pensé, entonces cocinar en casa y con ingredientes saludables es algo que NECESARIAMENTE debe quedarse en la lista definitiva.

Y la famosa lista final no fue nada extravagante, simplemente una especie de agenda semanal donde coloqué las cosas que para mí resultaron fundamentales después de analizar mis tres ejercicios previos. Tampoco se piense que fue algo tan estricto como que voy a coser con mi hija los martes a las 4, ir al cine con mi marido el jueves a las 8 o leer los viernes por la mañana porque realmente, para una madre que trabaja en casa y está sujeta a las miles de probabilidades que ocurren en un solo día, sería imposible ceñirse a un horario rígido.

Lo que hice fue acomodar dentro de mi semana, como si de un rompecabezas se tratara, todas las cosas que para mí son fundamentales para mantenerme motivada y feliz, porque escribir es realmente un arma poderosísima para dar un salto cuántico de la subjetividad de nuestros pensamientos a lo concreto de nuestras acciones del día a día. Escribir nos ayuda a visualizar nuestros deseos y así es mucho más fácil ir detrás de ellos y hacerlos realidad. Aún cuando nos siga faltando un brinco más para dejar de postergar y poner manos a la obra para realmente actuar con base en nuestra nueva agenda y empezar a ver resultados positivos en nuestra vida, hacer este simple ejercicio nos ayuda a poner orden en nuestra mente y respirar con más calma, un paso fundamental para sentirnos mejor.

¿Que si logré apuntar en mi semana todo aquello que quiero hacer en este momento de mi vida? No, hubo algunas cosas para las que no encontré cabida y decidí dejarlas ir, prometiéndoles que nos veríamos en otro punto del camino. Y entonces me acordé de la otra frase que tiene mucho que ver con la anterior y que me dijo mi mana del alma Sisy, famosa blogger regiomontana, instructora de entrenamientos funcionales y mi sensei en la habilidad de pensar menos y actuar más, porque estoy segura que ésta ha sido precisamente su arma para llevar a la realidad todos sus sueños. La frase me la dijo un día en un chat de WhatsApp: “No es que me encante ver juguetes tirados por toda la casa, pero mientras los recojo me gusta pensar que si están ahí es porque están mis hijos en casa y entonces doy gracias por eso”.

Porque sí, es verdad que hay algunas cosas de ser madre que no me agradan del todo, entre ellas el hecho de no ser dueña al cien por ciento de mi tiempo, pero al final del día veo a mis hijos, recuerdo el profundo amor que siento por ellos y agradezco que estén a nuestro lado y que hayan venido a acompañarnos en este viaje que llamamos vida. Entonces veo mi inocente intento de agenda semanal, que en ocasiones sí logro cumplir con mis gustos y pasiones y que en otras se convierte en el mismísimo caos universal, y sonrío porque así es la vida que he escogido y en ella están las personas con las que más me gusta estar.

Días después de este ejercicio, en una coincidencia que celebré con mucha emoción, me topé con el libro “Design the life you love”, de Ayse Birsel, en el que encontré una tercera frase para mi archivo personal: “El diseño se trata de identificar y trabajar con limitaciones para llegar a nuevas y mejores soluciones. La vida, igual que un problema de diseño, está llena de limitaciones: tiempo, dinero, edad, lugar y circunstancias. No se puede tener todo. Si quieres más, hay que ser creativo para encontrar la manera de que coexistan lo que deseas y lo que necesitas. Para ello es necesario pensar como diseñador”.

¿Y si tomamos una hoja en blanco, imaginamos cómo es esa vida que nos gustaría protagonizar y escribimos los pasos que hay que andar para llegar hasta ahí? Y nos atrevemos a quitar lo que ya no nos sirve y agregar todo aquello que nos inspira. Creernos de una vez y para siempre que somos seres creativos y que ante esa capacidad nuestra no hay imposibles. Hagámoslo, porque al final de cuentas, la vida es nuestro proyecto más importante.

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